4 de septiembre de 2010

You Be Warned!!!

Seoul es eminentemente una ciudad peligrosa. Muy peligrosa. Y no me refiero a ese tipo de ciudades cutres donde simplemente te expones a un eventual tirón o a que te enseñen un arma blanca y perder el contenido de tu cartera. No, me refiero a peligros reales, reales como la vida misma. Si no me creeis, ved con vuestros propios ojos a lo que me refiero:


En tres miserables días que llevo aquí ya he adquirido suficientes libros para llenar una estantería entera. ¡como si me sobraran! En fin, ¡estais avisados!!!

3 de septiembre de 2010

Todos los caminos llevan a Seoul...


Y finalmente estamos en Seoul, mi querida y conocida Seoul. Aquí sí me siento verdaderamente como pez en el agua ¿será el idioma? La verdad es que, después de un año estudiando coreano, se nota la diferencia. No al hablar, que sigo siendo un patato y no consigo ni recordar cómo se dice perdón cuando tengo que hacerlo, pero sí por lo menos leyendo carteles y eso. Parece que estudiar (o lo que que yo haya hecho, que tiene un parecido marginal con la palabra estudiar) ha servido para algo.
El primer día, como amenazaba tifón (no es coña), nos lo pasamos entero a cubierto, principalmente en librerias, planeando la manera más rápida de gastarme todo el dinero que llevo. Supongo que es la pega de estudiar coreano: antes no me interesaban los libros de este país y ahora me gastaría un sueldo entero. Las secciones para aprender idiomas (incluido aprender coreano) que hay en las librerias de aquí son más grandes que muchas librerias de casa.


Esa foto que veis es el callejón por el que se va al hostal en el que estamos. De día aún tiene un aquel, pero de noche me metí porque esto es corea, por que llega a ser París y me busco otro hotel. Por suerte, en este país, lo más terrorífico que te puedes encontrar en el callejón más sórdido de toda la ciudad es un restaurante de pescadito frito. De hecho, cuando te mueves por la ciudad lo haces por las calles más o menos grandes, pero con frecuencia puedes ver pequeños laberintos de callejuelas que se adentran hacía vete a saber dónde. Algo como esto:


Uno espera encontrarse viviendas empobrecidas y basura en general y, sin embargo, se encuentra hostales de aspecto razonable y restaurantes a porrillo. Y no es que lo de encontrarse restaurantes y sitios de comida en general (hay muchos que llamarlos restaurantes es estirar en exceso el término) no sea habitual, de hecho los hay por todas partes. El olor a comida es omnipresente. Se podría decir que aquí te meten la comida a paletadas, y si no, ahí va un ejemplo de lo más gráfico: